miércoles, 12 de mayo de 2010

Como rió que fluye

Oh... vida que sin mas realizas tus proezas, despliega tu poder sobre mi corazón, que fluya hacia dios el amor incondicional, que no sabe de lamentos ni reproches, haz que mi vida grata sea, y que la felicidad no se aspire a si misma, ¿qué haré yo por vosotros, indomables hechos ocurridos, que palpitan en mi interior como latidos de un corazón asustado, interrumpiendo el fluir de la conciencia compasiva de tu nirvana-

Te amo

conglomerado de tiempo psíquico congelados

El dolor que hemos reprimido empezó muy temprano en nuestra infancia, muchas veces antes incluso de nacer, en el seno materno. Desde esa temprana infancia en que interrumpimos el flujo de energía en un episodio
de dolor, congelamos ese evento tanto en su dimensión energética como temporal. Es lo que denominamos un bloqueo en la conciencia. Puesto que esta se compone de conciencia energética, un bloqueo es conciencia energética congelada. La parte de nuestra psique asociada con ese evento se congeló también en el momento en que interrumpimos el dolor. Esa parte de la psique permanece helada hasta que la descongelamos.
No madura a medida que lo hacemos nosotros. Si el episodio sucedió a la edad de un año, esa parte de nuestra psique sigue teniendo un año de edad. Y lo seguirá teniendo y actuará como la psique de una
persona de un año cuando se evoque. No madurará hasta que se cure dejando entrar en el bloque energía suficiente para descongelarla e iniciar el proceso de maduración.

Todos estamos llenos de esos bloqueos temporales de conciencia energética. ¿Por cuánto tiempo, en un día determinado, actúa un ser humano como un adulto? No mucho. Interactuamos continuamente unos con otros desde distintos bloques de tiempo psíquico congelados. En cualquier interacción intensa, en un momento dado cada persona podría experimentar la realidad desde una perspectiva interna de adulto y, en el momento siguiente, una o ambas personas podrían haber pasado a un aspecto del niño herido a una edad concreta. Este cambio constante de un aspecto de la conciencia interna a otro es lo que dificulta tanto la comunicación.

Un aspecto importante de tales bloques de tiempo psíquico congelados es que se coagulan juntos según una energía similar, formando un conglomerado de tiempo psíquico congelado. Así, por ejemplo, la energía puede
tener la naturaleza de un abandono. Piense en un hombre de mediana edad llamado Jesús. (En realidad es un personaje ficticio, pero su experiencia ilustra las de muchas personas con las que he trabajado. Para ilustrar
qué ocurre en el nacimiento que puede seguir desarrollándose a lo largo de toda la vida, me referiré a Jesús durante este capítulo. Él podría ser cualquiera de nosotros.) Cuando Jesús se nació, fue separado de su madre porque ésta tuvo muchas dificultades durante el parto y se le administró anestesia. Volvió a separarse de ella cuando tenía un año y su madre ingresó en el hospital para tener otro bebé. A partir de estas dos experiencias, el niño, que quiere mucho a su madre, espera ser
abandonado por la persona que más quiere. Cualquier grado de abandono que sufra Jesús en el futuro lo acusará con la misma fuerza devastadora que la primera vez.

A partir de ese profundo trauma, nos formamos una imagen conclusiva. Una imagen conclusiva se basa en la experiencia; en el caso que nos ocupa, en la experiencia del abandono. Está basada en la lógica infantil que argumenta:
«Si amo, seré abandonado». Luego, esta imagen conclusiva colorea todas las situaciones similares.
Obviamente, el pequeño Jesús no es consciente de tener esta opinión a la edad de un año. No obstante, la conserva inconscientemente en su sistema de creencias y la arrastrará consigo toda la vida. En términos
psicológicos, los dos primeros eventos se conectan directamente al suceso ocurrido cuando Jesús contaba diez años y su madre se fue de vacaciones. Cada vez que suceda un hecho similar en su vida, su reacción emanará del punto de vista de la imagen conclusiva más que de la situación inmediata. Esto provoca todo tipo de reacciones emocionales que se exageran ante una situación dada. Como constatamos a groso modo, nuestra imagen conclusiva determina nuestra conducta personal, que tiende, de hecho, a recrear traumas similares al original. Así, es muy probable que Jesús propicie en gran medida una situación en la que sea abandonado por su esposa o su novia. Sus actos, basados en sus expectativas negativas inconscientes, han contribuido a crear la situación. Dado que él espera, inconscientemente, que le abandonen, tratará a su esposa o a su novia como alguien que le abandonará.Puede que Jesús le plantee demasiadas peticiones de que ella le demuestre su amor, o incluso la acuse de tener intención de abandonarle. Esta conducta inconsciente provocará a su compañera y, de hecho, la impulsará a marcharse. La realidad cruda y profunda es que, al tratarse como si mereciera ser abandonado, ha terminado por abandonarse a sí mismo.
Como veremos, no conviene subestimar nunca el poder de nuestras imágenes conclusivas. El descubrimiento de nuestras imágenes encierra la clave del proceso de transformación hacia la salud y la felicidad. Estamos
llenos de esas imágenes, en torno a las cuales se ensamblan los conglomerados de tiempo psíquico congelados.

Todos tenemos mucho que limpiar. Los bloques de tiempo psíquico congelados se coagulan en torno a una energía semejante que compone una imagen, lo cual confunde a cualquiera que entienda que esas experiencias deberían estar tan alejadas emocionalmente como lo están en el tiempo. Esto no es así. Cada pequeño segmento del conglomerado de tiempo psíquico congelado se compone de la conciencia energética que se heló en el transcurso de una experiencia concreta en el pasado. Pero las experiencias similares están directamente conectadas por más tiempo que haya transcurrido entre ellas.
Mediante la actividad curativa se libera uno de los pequeños bloques de tiempo psíquico congelados. Entonces, la energía progresiva que ingresa en la conciencia energética empieza automáticamente a liberar, a su vez, los otros pequeños segmentos del conglomerado de tiempo, por cuanto están llenos de energía similar. Volviendo al caso de Jesús, cada vez que se libera un bloque de tiempo, él lo experimenta como si le ocurriera en ese preciso instante. Así, podría experimentar un dolor de cuando tenía treinta años y, tan pronto como remitiera ese dolor, se encontraría de repente en la edad de diez años. Muy pronto, esos diez años se convertirían en uno.
En cuanto esas partes de la psique humana que no han madurado con el resto de la personalidad se liberan, inician un rápido proceso de maduración. Este proceso puede llevar desde unos minutos hasta un par de años,
según lo arraigada, intensa y penetrante que fuera la conciencia energética congelada.

Cuando esas energías se integran uniformemente en la totalidad de la conciencia energética y se remiten al proceso creativo de la vida de un individuo, ocurren cambios en todos los ámbitos de la vida. La de Jesús empieza a reestructurarse a partir de la nueva conciencia que actúa ahora en el proceso creativo. Jesús ya no se abandonará en un esfuerzo inconsciente por recibir atención. En cambio, permanecerá consigo mismo, porque ahora cree que es digno de tener compañía y es capaz de crearla. Una vez que haya desarrollado esta nueva relación consigo mismo, atraerá a una compañera que no contenga la energía del abandono. Así, la relación entre ambos será estable en este aspecto.

Claro que tal vez requerirá un cierto tiempo para dar con la «mujer ideal».

En la situación bipolar, estos conglomerados de energía, son tremendamente poderosos, repitiéndose en un constante sin igual en el que la persona se ve atrapada y solo la creatividad existente en nuestro interior, la energía podrá liberarse para penetrar y descongelar nuestra energía psíquica, la cual nos retiene en un circulo vicioso de balanceo emocional constante entre una fase u otra de polos opuestos.