domingo, 13 de septiembre de 2009

Adolescencia: El difícil proceso de crecer

La adolescencia es un período en la vida de nuestros hijos, que muchas veces nos abre diferentes interrogantes, nos preocupa, nos enoja, nos desorienta y hasta nos descoloca como padres. Nos cuestionamos una y otra vez qué está bien, qué está mal, qué se debe y qué no, hasta dónde pueden...
Los adolescentes buscan su identidad, sus espacios, son personas con un gran caudal de energía que no saben bien cómo distribuir y dónde poner dicha energía. Desean experimentar situaciones nuevas, a veces sin medir ciertos riesgos, se sumergen en la sexualidad, buscando sus primeras relaciones de pareja, les atrae conocer nuevas personas, lugares, la noche, comienzan a salir del núcleo familiar y los amigos tienen una influencia muy marcada en sus vidas.


Esto muchas veces trae aparejado conflictos con los padres que se sienten cuestionados, desplazados, enfrentados.


Los adolescentes ya no ven a sus padres en el mismo lugar, dejan de ser sus únicos referentes, y empiezan a buscar sustitutos, se alejan, cosa que les causa soledad y angustia, pero que a la vez les es necesario.


Por otro lado, sus cuerpos cambian, comienzan a vivir su sexualidad, lo que les provoca a veces vergüenza, a veces intriga, el duelo por perder la niñez avanza y es necesario procesarlo, y también el desplome de los padres como modelo ideal debe ser trabajado.


Todos los cambios que van atravesando interna y externamente los van expresando de muy diversas maneras.


Se vuelven inestables emocionalmente, en un momento están abiertos y eufóricos, en otros se recluyen en su cuarto y en sus cosas, unas veces cariñosos y otras huraños, a veces hablan sin cansarse, otras el silencio los acompaña días enteros.


A menudo se oponen a las opiniones de sus padres, no aceptan consejos, se sienten fuera de la familia que hasta hace poco tiempo lo era todo para ellos.


La música, códigos nuevos, valores, ideales, modas, lenguajes, los alejan de los adultos y los acercan a sus pares.


El espejo les devuelve una y otra vez su imagen, horas frente a él, dedicación a su figura, a su cuerpo, preocupación por la apariencia, se obsesionan por estar flacos o gordos, por un granito, por el cabello, por la ropa, se sumergen en largas charlas telefónicas, sus celulares no descansan, la computadora parece ser una extensión de su cuerpo.

Entonces nosotros los papas nos preguntamos: ¿Cómo llegamos a ellos? ¿Qué necesitan? ¿Por qué están con ese humor? ¿Ya no nos quieren? ¿No nos necesitan más? ¿Cómo podemos ayudarlos?

Muchos padres se acercan a la consulta con estos y otros tantos interrogantes.
Primeramente debemos comprender que es un período que a nosotros los adultos nos genera ansiedad y también temor. Pero también a ellos les sucede algo semejante, lógico desde otro lugar.


Los padres, en ocasiones no toleran los enfrentamientos, las oposiciones, los cuestionamientos, las rebeldías. Pero necesitamos entender que los adolescentes están en la búsqueda de su identidad, de su independencia, de sus propios espacios, que entran en crisis por autoafirmarse, por despegar intelectualmente, por separarse de sus padres a los que han permanecido unidos hasta el momento.


Poder escuchar a los adolescentes, darles espacio para que puedan expresarse, tener una relación de confianza con ellos, (sin confundir con querer ser sus amigos), aceptar la diferencia generacional que separa a padres e hijos, es una forma de acompañarlos, de cuidarlos, de estar a su lado sin invadirlos ni caer en el autoritarismo.


Y cuando hablamos de escucharlos, estamos diciendo hacerlo activamente, en forma receptiva, abriendo el diálogo, para que ellos también se escuchen, es tratar de ponernos en su piel, sin querer imprimirles nuestras marcas, nuestras propias historias de vida.
Y acompañarlos, es estar presentes, saber qué hacen, dónde están y con quién. Que sepan que los padres estamos siempre, para lo que sea.


Los contextos van cambiando y cada época tiene sus características. Son diferentes las problemáticas. Actualmente nos preocupan los altos niveles de violencia, las drogas, el alcohol, la inseguridad en las calles. Por eso debemos estar alertas, ya que los cambios por los que atraviesan los adolescentes pueden transformarse en crisis difíciles de cursar. Suelen depositar sobre sus cuerpos lo que no saben expresar de otra manera (anorexia, bulimia, obesidad, alergias, asma, fuertes dolores de cabeza), se deprimen y muestran apatía y desgano a todo (a veces solapado por consumo de alcohol o drogas), también se inhabilitan intelectualmente, fracasando en los estudios.

Posibilitemos el despliegue de sus capacidades, la construcción de sus identidades, el encuentro de su independencia, la formación de un yo diferente al de los padres. Seamos responsables, estemos atentos pero sin olvidar lo más importante: Comprensión, Acompañamiento y Escucha.

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