domingo, 13 de septiembre de 2009

Siempre postergo las cosas, nunca termino nada.

Muchas personas sienten que son incapaces de terminar cualquier actividad o tarea que hayan iniciado, desde acomodar una biblioteca, un cuarto, un curso de inglés, de computación, baile, clases de tenis, una carrera universitaria, una dieta, un proyecto de trabajo, algún emprendimiento laboral, etc., etc. Pero ¿Por qué les sucede eso? ¿Lo hacen a propósito? ¿Realmente no pueden concluir nada de lo emprendido? ¿Encuentran excusas a cada paso que les truncan el logro de su objetivo inicial?

Por lo general al iniciar una nueva actividad las personas se sienten entusiasmadas y contentas. A medida que transcurre el tiempo van perdiendo interés y su voluntad desaparece de la mano de un sinfín de “razones-excusas”: el curso es caro, queda lejos, es incómodo para viajar, la gente no me gusta mucho, empiezo a ver demasiados puntos negativos, estoy cansado, me enfermé, pienso que no voy a poder, esto no vale la pena, no es para mi, etc.

Quizás varias cosas hacen intersección dentro de uno para que ocurran estas cosas. Puede haber una gran dosis de inmadurez, como actitudes adolescentes, que hacen dejar todo inconcluso.

- Postergar cada cosa para otro momento también nos lleva a no poder finalizar lo iniciado.
- Sentir miedo por llegar al fin y tener que enfrentar una situación de duelo por lo terminado.
- Vivir sin límites de tiempo me impide poner plazos para concretar una tarea.
- Terminar un proyecto me enfrenta de algún modo con alguna pérdida.
- No conseguir el objetivo evita enfrentarme con mis verdaderas capacidades.
- No llegar al objetivo final me resguarda de decepciones y frustraciones.
- Descreer de mis posibilidades me lleva a fracasar.

Muchas veces no podemos distinguir entre deseo y voluntad. Cuando hablamos del deseo estamos ubicados en un plano mental, de imaginar, fantasear con algo y esto no nos asegura que logremos el objetivo.

Cuando hablamos de tener un propósito seguramente llegaremos al objetivo de la mano de la voluntad y el tiempo. Si nos quedamos anclados en el deseo estaremos en el plano ideal escapando de la realidad.

Por el contrario, focalizarnos en un objetivo nos lleva al orden de lo concreto, donde podemos diseñar las diferentes etapas que nos lleven al fin del camino, o sea a la meta prefijada.

Trabajar sobre algunos puntos internos nos facilitará salir de éste círculo vicioso que una y otra vez nos paraliza y somete al abandono:


Enfocar racionalmente el proyecto a realizar.
Seleccionar un objetivo que esté dentro de nuestras posibilidades.
Elegir un objetivo simple para empezar con el fin de no bloquearnos con grandes obstáculos y sufrir desilusiones que me hagan abandonar el proyecto.
Elaborar un plan de trabajo con objetivos concretos, ver cuales son las etapas a realizar y cuanto tiempo necesitaré para cada una.
Avanzar progresivamente, registrando logros y dificultades.
Proyectarnos en el futuro pensando que alcanzamos el objetivo y preguntarnos como cambiará esto nuestra vida.
Pensar en los beneficios personales, profesionales, económicos que me aportará el logro.
Felicitarse por cada etapa conseguida, por cada logro, sea parcial o total.

Solamente pudiendo romper el círculo vicioso que nos atrapa en fracasos continuos podremos entrar en un círculo virtuoso que nos lleve al logro de nuestros objetivos.

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