domingo, 13 de septiembre de 2009

¿Quierés saber qué siente una mujer bipolar?

Mi relación con la enfermedad ha tenido sus variantes. Muchas veces fue mi enemiga y no encontraba la manera de convivir con ella.
Mi respeto por la vida sin duda me ayudó en el combate. No quería perder. Aún en los momentos más caóticos mi fe en Dios ayudó a encontrar una salida.
Fueron muchas las subidas y muchas las caídas en el vaivén entre las dos polaridades que continuamente se presentan (la Manía y la Depresión.) Mucho fue el dolor y el padecimiento. El trastorno bipolar es una enfermedad a la que hay que cuidar y respetar. Algunos mueren en el camino. Otros redescubrimos nuevas dimensiones. Pero sobre todo es importante la medicación, el apoyo terapéutico y fundamentalmente el deseo de superación. Los bipolares vivimos en otra sintonía… hasta obtener la estabilidad no sabemos qué nos acecha en las esquinas. Nos convertimos así a la fuerza, en aventureros del destino, en acróbatas de los más experimentados y en bailarines de distintas melodías. Luego de mucho andar, la enfermedad es casi una amiga. Gracias a ella descubrí nuevas facetas que tenía ocultas. Me busqué y me encontré en un mundo con nuevas sensaciones, nuevos caminos y desafíos. Supe valorar el esfuerzo por encontrar el equilibrio entre los nuevos entretelones de la vida.
Sin duda crecí y crecieron quienes me acompañan en el camino.
Esta dolencia tiene, casi diría, una cierta magia. Cuando se está al borde del precipicio-en las manías o en las depresiones- mágicamente uno se vuelve más lúcido, más astuto, el sentido de supervivencia hace el anuncio de una presentación estelar. Es como una obra teatral en la que con una mezcla de magia y sabiduría mantienen en vilo sus protagonistas. Pero hay algo seguro, el mensaje de la obra es la necesidad del crecimiento interior. Los personajes se desviven por encontrar sus cualidades artísticas que inesperadamente adquieren y crecen. La magia está en convertir el llanto en alegría, la inexperiencia en sabiduría, en disfrutar transitando el camino. El final de la obra es abierto. Nadie sabe cual es el destino de un bipolar, pero sus fuerzas alcanzan límites insospechados. Cuando el que adolece el trastorno bipolar llega a su estabilidad, su interior se ilumina con estrellas palpitantes. Nada se puede comparar a este estado de bienestar y de luz. El bipolar siente que vive más intensamente, ve con más profundidad, vive sin miedo y casi sin límites. Es más receptivo a las bondades de la vida. Ahora quiere vivir y recuperar el tiempo “perdido”, manejando su ansiedad y buscando continuamente nuevas realidades y fantasías.
El secreto para alcanzar la recuperación, está en la adherencia al tratamiento y a la medicación, en el compromiso que asume con su propia vida, en adquirir calidad en actitudes, en encontrar ser el reflejo de su alma. El sufrimiento ha colaborado para llegar a este nuevo estadio.
Soy una Mujer bipolar que no desconoce que va a tener períodos de padecimiento pero sin duda ahora sé ser feliz…

Marenka

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